Restaurador y artesano, Amable de la Cruz López Romero –Mao– lleva 50 años poniendo su
creatividad al rescate de muebles antiguos y de la confección de finas piezas en madera.
Los restaurantes El Baco y Aligot han sido beneficiados con su prestigioso trabajo.
Por Jorge Velasco_Fotos Gentileza CChC.
Amable de la Cruz López Romero, maestro mueblista. Aunque, en realidad, pocos lo conocen con ese nombre. En todas partes es identificado como Mao. Nació en 1955, cuando el líder chino, Mao Zedong, era uno de los más reconocidos a nivel mundial. Sus primos comenzaron a llamarlo “Zetunga” y, con el tiempo, quedó identificado con el apelativo del político oriental.
Se autodefine como “un artesano y un creativo de la decoración”, especialmente en madera. Trabaja en hacer o restaurar muebles para que perduren. Restaurantes como El Baco, en Providencia, y Aligot, en Las Condes, ambos del empresario francés Frédéric Le Baux, son testigos y depositarios de su obra.
A sus 66 años, Mao se considera un maestro como “los de antes”. Oriundo de Colina, la vida –Rosa, su señora– lo llevó en 1979 a vivir a Panquehue, Región de Valparaíso, aunque de lunes a viernes trabaja en Santiago. Su labor se basa en usar herramientas y técnicas tradicionales. Lo suyo es el trabajo manual, dedicado, detallista y hecho con maderas nobles: lingue, coigüe, laurel, ciprés y pellín. “En lo que es madera, es como tener una amante. Está todos los días conmigo”, dice esbozando una carcajada. “No hay madera que sea mala. El detalle está en saber trabajarla”, agrega.
El segundo de cinco hermanos, de niño se dedicaba a la agricultura, cosechando verduras para abastecer a la Cooperativa de Consumidores Unidos (UNICOOP). Pero andaba siempre con una cortapluma en el bolsillo. Con ella cortaba o tallaba lo que estuviera a su alcance. Tomaba ramas de sauces llorones y las transformaba en pequeñas figuras de animales.
A los 14 años, un amigo le pidió que le arreglara una cómoda. “Me resultó, me empezó a gustar y me fui perfeccionando en eso”, rememora. Pasó a ser agricultor de día y artesano de noche. Con el tiempo comenzó a restaurar muebles tradicionales como juegos de living Fernando VII o Luis XV. “Para dejarlos bien es puro oficio: talento y visión”, dice Mao. El punto de inflexión llegó cuando, en la década del ochenta, la entonces alcaldesa de Colina, Julia Salinas, le llevó las piezas de un living para recomponerlas. Mao quedó tan satisfecho con el resultado, que se dio cuenta de que se dedicaría a ello.
MAESTRO LÓPEZ
En las últimas dos décadas, Mao se ha enfocado principalmente en diseñar y construir muebles y otras piezas en madera. En 1982 se trasladó a San Felipe para desempeñarse en la mueblería San Antonio, donde fue barnizador, tapizador, armador y jefe de taller. Ahí pasó a ser conocido solo como el “Maestro López”. Tras 18 años, el francés Frédéric Le Baux lo contactó para que confeccionara algunas piezas para su nueva casa, como puertas y ventanas, luego de que llegara Chile a mediados de la década del noventa.
Mao también construyó unas pesebreras para un haras del empresario y, posteriormente, concurrió a decorar las oficinas de un negocio que el este tenía en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez. En 2006, Le Baux instaló el restaurante El Baco y el mueblista fue el encargado de ambientarlo. “Soy el empleado más antiguo que él tiene”, afirma.
En la actualidad, trabaja en mantener piezas y muebles en los restaurantes El Baco y Aligot, pero también en preparar la casona a la que se trasladará El Baco en Las Condes, cerca del edificio consistorial. Ahí está fabricando mesas, sillas, los pastelones que irán en el suelo y hasta las escaleras que suben al segundo piso. Las materias primas con las que trabaja son almacenadas en una bodega en Panquehue, en un terreno de su jefe, al que llegan vigas y otros insumos.
SU LABOR SE basa en usar herramientas
y técnicas tradicionales. Lo suyo es el trabajo
manual, dedicado, detallista y hecho con maderas
nobles: lingue, coigüe, laurel, ciprés y pellín.
“En la restauración uno tiene el objeto, lo limpia y hay que dejarlo igual que el original. En cambio, el armar todo el asunto desde cero es otro sentir. A uno le dan la idea, pero no le dicen cómo hacerla”, comenta. Tras sus anteojos transparentes, su cuerpo fornido sostiene un serrucho y corta una tabla. Un trozo cae al suelo. Detrás de su delantal, lleva puesta una polera negra. Ahí figuran bordadas dos palabras que lo identifican plenamente: Baco en rojo y Mao en blanco.
¿Cuál será el futuro de su oficio? Confiesa que es difícil encontrar gente interesada en la elaboración y restauración de muebles. “No soy vanidoso de lo que sé. Me gusta enseñar, sobre todo al que quiera aprender. Aunque a muchos no les gusta esto, porque es muy sucio. No les gusta el polvo”, finaliza.